2007-09-04

La cárcel de la educación


El aula donde tenemos nuestra clase tiene poco corazón sin la presencia de los estudiantes. El cuarto es insulso y soso, con paredes de un gris deprimente. El suelo es blanco con un poquito de negro. Se puede ver el reloj sencillo en la pared del este. La clase tiene una pizarra sucia de color verde. Las ventanas mugrientas dejan entrar poca luz, pero nos permiten ver imágenes borrosas del mundo exterior: una calle, algunos árboles y un edificio con muchas ventanas. Oímos el parloteo de las personas y los rugidos de los coches. Además de estos sonidos, se escuchan los chirridos de diecisiete lápices. Hay cuatro luces brillantes, una en cada rincón. Los estudiantes aportan color y energía a este lugar desalmado.
(un ensayo colectivo redactado por la clase entera)